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De la serie Lugares y sitios: | |||
Motel de carretera | |||
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Sector de actividad | Hostelería caníbal | ||
Público objetivo | Viajeros sin escrúpulos | ||
Localizado en | Carreteras secundarias | ||
Regentado por | Psicópatas, desequilibrados | ||
Nombres típicos | Ruta 66 - Canadá - La perdiz | ||
Decoración habitual | Perteneciente a la Cultura de la Suegra | ||
Actividades comunes | Asesinato ritual, suicidio, fornicio | ||
¿Es rentable? | Poco | ||
Nunca verás aquí... | Una colcha nueva | ||
Nivel de frikismo | Altísimo |
Oscuro lugar de perdición.
En los moteles de carretera se practican todo tipo de brujerías, desde la cartomancia hasta la pelopollamancia. Además, es común destripar a amigos y parientes, desconocidos, pollos de granja y bellas chicas delincuentes.
En los raros casos en los que el dueño no es un psicópata, satanista ni pedófilo macarra, son excelentes exponentes de la Cultura de la Suegra.
La labor Jabato seminuevos hasta Anal Intruder 2000 con poco uso, es posible encontrar un poco de todo.
Debe afinarse la vista para descubrir bonitos azulejos con mensajes tardo-suegristas. Tampoco hay que descuidarse ante una colección de llaveros expuestos. El expositor de cintas de música es siempre fuente inagotable de delicias.
Para un EMO típico, el motel de carretera es el lugar perfecto donde cortarse la cabeza abrirse las venas.
Si se desea morir en un motel de carretera, es necesario escogerlo cuidadosamente. No debe estar cerca de la carretera, o el psicópata residente habrá ya sido arrestado; tampoco debe tener demasiadas luces, ni demasiado pocas. El EMO típico no desea ser torturado, sólo morir: por lo tanto, ante cualquier lata de gasolina especial para motosierras es mejor irse rápidamente y no pedir siquiera que se devuelva el depósito.
Hoy día ya no es tan peligroso acercarse a un motel de carretera. En muchos de ellos se sobrevive de forma rutinaria; a veces se puede hasta degustar un suculento asado sin reconocer ni un solo hueso humano. Incluso hay gente que va alli para zumbarse. Por otra parte, las condiciones higiénicas también han mejorado, y hoy día no es raro tener que ir a la taza del W.C. para poder practicar la pelopollamancia. La colcha ya no salta por sí sola ni intenta atraparnos una pierna; en la papelera sólo hay restos de los cinco últimos inquilinos. Y hay que dejar la toalla en el suelo para que se la lleven y la analicen en su laboratorio subterráneo.
Desde esta página recordamos con nostalgia los tiempos del dueño psicópata y la colcha caníbal.
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